Entradas

I Foníael

Jamás supo cuál fue su origen, no tuvo padre, ni madre, no tuvo hermanos, ni familia alguna, tal y como nosotros la conocemos. Sólo nació.  Comenzó a existir así, sin más, sin un cuerpo físico recorría la creación en busca de un propósito, de una identidad, estaba sola o solo, tampoco supo nunca si tenía algún género, aunque más adelante, cuando supo que era I Foní o se asumió como tal, se asumió como una entidad femenina, pero para eso… Para eso falta mucho tiempo. Quizás fue ese desconcertante inicio, esa forma de aparecer sin más en la existencia como si se tratase el capricho o la voluntad de una entidad mayor de la que nada sabes, la que con el tiempo hizo que I Foní se convirtiera en lo que se convirtió, pero para eso... Para eso también falta mucho tiempo. I Foní vagó por la creación de la nada a los mundos, de los mundos a las estrellas, de las estrellas a la nada otra vez, lo hizo por eones y eones hasta que dió con otras entidades y criaturas. Algunas eran similares a ellas

Lurk Lanzadelalma

 Muchos fueron los años que caminé este y otros mundos y, a pesar de que fueron siglos, qué digo siglos, milenios, en todo ese tiempo no hice más que intentar comprender y comprenderme. Hice cosas malas, atroces, podría culparlos a ellos, a los demonios, a mis demonios-  Podría decir que no quise hacerlo, pero estaría mintiéndome en un patético intento por sobrellevar la culpa. Si, fue mi culpa, quise hacerlo, todas y cada una de las decisiones que me llevaron a transitar la senda por la que anduve fueron mías y de nadie más. Justamente por eso, porque fui quien decidió, es que tengo la posibilidad de redimirme. No, no de reparar el daño causado, no de cubrir con buenas acciones, sacrificio y puede que algo de gloria aquello de lo que me arrepiento. No, de redimirme con mi propio ser, de comprender por qué me corrompí y de tomar ahora decisiones distintas. Para redimirme, entonces, debo comprender, y, para esto, debo pensar, analizar, meditar sobre el porque de los aspectos más obscuro

Guerra en el Paramo 1

  Luego del incidente en la necrópolis no tuvimos más opción que dejar Feralis a través del Paramo.  Aquel lugar sin tiempo propio donde todos los hoy confluyen y donde habita la Niebla.  Allí, en aquella suerte de purgatorio, se estaba librando una de las guerras más importantes para la humanidad de todos los mundos.  Presisamente allí la Dama estaba el más intenso de los frentes de batalla que aquellos seres habían abierto. Las noticias no eran para nada alentadoras, las tropas de Belbusel habían pergeniado una estrategia para sortear el sortilegio de aislación que los Caballeros habían construido alrededor de la realidad de nuestro mundo.  Un sortilegio que, gracias al sacrificio de seis de los líderes de la Orden, se había mantenido activo por milenios y, si bien comenzaba a debilitarse, seguiría cumpliendo su función por unos cuantos milenios más. La astucia de los hermanos, particularmente la de Belbusel, había encontrado una solución al problema del conjuro.  Atacar el mundo hum

Antonio: el nacimiento del Fénix

  A veces es necesario perderlo todo para surja el valor que transforma a una persona común y corriente en un héroe. Esto fue lo que le sucedió a Antonio, lo tenía todo, una esposa, una hija hermosa, un trabajo en el que podía considerarse exitoso, ambiciones y planes. Sin embargo así como le sonrió la fortuna también le mostró su burlona sonrisa la desgracia, y así, de un segundo a otro Antonio pasó de ser el hombre más feliz sobre la faz de la tierra a la sombra rastrera de un ser sin Fe, sin otro sentimiento que el dolor que la más profunda de las heridas espirituales puede causar. Como todos Antonio había desarrollado la habilidad de utilizar una máscara que ocultaba del mundo aquella cosa agónica y desbordante de angustia en la que se había convertido. Ya no vivía, tan sólo transitaba sin otro propósito que esperar su muerte. No la deseaba, ni a su muerte ni a cosa alguna, había perdido el deseo, ni siquiera le importaba el bienestar de los otros. No buscaba su mal, pero tampoco h

La última noche

 -No puedo dormir. No quiero dormir.- y el temor que atenazaba su corazón, su alma, se hizo palpable en su rostro. Lo cubrió como si de una incorpórea y translúcida película de talco se tratase. -¿Por qué?- le pregunté -Soñar es lindo y hace bien- dije forzado mientras comenzaba a intuir lo que verdaderamente pasaba. -Porque ellos viven en los sueños- dijo confirmando mis temores. -ellos los convierten en pesadillas y te quieren retener allí- dije completando la frase de la pequeña. -No te preocupes- agregué en un vano intento por tranquilizarla. -Soy… Somos más fuertes que ellos- era cierto, pero aquello no significaba que sería fácil. Ni siquiera significaba que nuestras probabilidades de sobrevivir fueran altas, yo había escapado durante treinta y ocho años y creo que fue más suerte que habilidad. Por supuesto no podía decirle eso a la pequeña, si quería sobrevivir lo primero que debía aprender era a levantar los muros, y debían ser perfectas puesto que aquellos depredadores eran ex

Los héroes de Bastión Nevado

 La opresión de la segunda noche era terriblemente feroz en Bastión Nevado. Su ubicación geográfica, en el extremo norte de la civilización, separado por escasos cuatro días de viaje de las tierras muertas y por siete del poblado más cercano y rodeado de tundra, bosque, frío y nieve, sumada a la maldición que representaba la presencia de una jauría de Vaciadores que habían decidido hacer de aquellas tierras su zona de caza, hacía que la perversidad inherente a la segunda noche se multiplicase a niveles tal que sólo los hombres y mujeres más duros pudieran sobrevivir allí. Los Vaciadores eran lo peor. Los aguerridos pobladores de Bastión Nevado honraban su renombre con la sangre de sus enemigos. Fuesen estos no vivos, integrantes de la raza maldita o cualquiera de las innombrables deformidades que el Señor de la Noche lanzara contra ellos. Sin embargo los Vaciadores eran algo distinto, se desconocía su origen, aunque se suponían obra de Nokto o de algún otro necromante o peor aún, un ni

Lechiguana

  El avión surcaba el mar de nubes que se extendía casi hasta el horizonte. Desde abajo se apreciaba como una tormenta negra y peligrosa, desde arriba, desde la ventanilla por la que miraba ella, semejaba a las n valle de algodón. De repente algo sucedió, un fuerte chasquido sonó en el lado izquierdo seguido de una brutal sacudida, el motor se incendió y luego se detuvo humeante. Fue apenas por unos segundos pero estaba segura de lo que había visto. Un hombre flotaba entre las nubes. Un salvador, pensó, pero descubrió que en realidad se trataba de su verdugo cuando un rayo de energía abandonó las manos del sujeto y golpeó el motor derecho. Todo fue condición a partir de aquel instante, gritos, rezos y un avión que caía en picada hacia las montañas. Por un minuto maldijo su apego a lo material y la idea de viajar a Chile de shopping. Recuperó la conciencia entre restos humeantes, vio cadáveres o partes de ellos rodeándola y tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para no caer presa del páni