Cuervos de la tormenta

 La Vieja Guardia, aquella orden a la que perteneció el gran Mikael Lawrence, posee, entre sus miembros a los Cuervos de la Tormenta. Poderosos magos, hechiceros y druidas que dominan a la perfección el arte del cambio de forma así como también el uso de gélidos hechizos que hacen del frío una de sus más mortíferas armas. Hay quienes dicen incluso que puedes distinguir a un Cuervo de la Tormenta por el helor que mana de sus pechos, hay, también, quienes los consideran incapaces de albergar en su interior algo similar a la pasión y aseguran que podrían verse arrasados por un gigantesco huracán y aún así sus heladas venas impedirían que en sus corazones surgiese la menor de las emociones.

Habladurías, diría el Archimago Rosso regente del segundo círculo, y es que su historia, la cuál sólo pretendo esbozar en este texto, es una clara muestra de que si hay algo que alberga el corazón de los Cuervos es el candor provocado por los más poderosos rayos de las más feroces tempestades..
Orazio es uno de los miembros más antiguos de la Vieja Guardia, se dice que fueron él y Lawrence quienes fundaron el segundo Círculo de la Guardia e incluso quienes dieron con el torreón al que bautizaron como el Nido de los Cuervos y lideraron su reconquista luego de que cayese en manos del Consorcio de Mercaderes, una obscura agrupación de poderosos criminales que anhelaban la estratégica posición que ocupaba el Nido. Sin embargo esas son historias que no quiero narrar hoy. No, hoy centraré mis palabras e ideas en Orazio.

Hijo de un labriego y una hilandera Orazio, Humano de nacimiento, Cuervo por su espíritu totémico, vivió una vida tranquila hasta la edad de catorce años, momento en que el Clan Lycan Risas de Lavka arrasaron la villa en donde él y su familia vivían.
Pese a que entre la gente de Villa Calma había poderosos totems, muy pocos de los hombres y mujeres que allí moraban eran duchos en las artes de la lucha o la guerra. En Villa Calma podrías encontrar a los mejores pastores, criadores y artesanos de todo Feralis, pero no era el lugar indicado para buscar guerreros y esto era bien conocido por las Risas quienes, en esos momentos, se hallaban en busca esclavos eficientes y fáciles de capturar. Llegaron por la noche usando su forma animal, rodearon invisibles a los ojos de los hombres la villa, esperaron y cuando el cuerno sonó se lanzaron al ataque en furibunda marcha, cambiando a sus poderosas formas híbridas, desgarrando la carne de los improvisados defensores con garras y dientes. Algunos de los lugareños lograron cambiar de forma y resistir el embate de aquella fuerza con su totem espiritual manifestado. Así el padre de Orazio dejó libre al lobo que habitaba en su interior y decapitó al primer atacante que atravesó el umbral de su puerta, su madre que adoraba a Ursa, se transformó en un poderoso ser medio oso medio hombre y dejó que la emoción de la ira la embargase por completo sumiéndose con un fuerte bramido en la refriega que trascendía en las calles de Villa Calma. Con sus fuertes zarpas y poderosos colmillos laceró, amputó y mató a varios enemigos, mientras su marido aullaba a su lado y plantaba cara a las bestias que capturaban a sus vecinos y los encerraban en jaulas montadas sobre sendos carromatos, pero las Risas no eran un enemigo fácil de vencer e invocando el poder de Valka fueron aplastando a la poca resistencia con la que se encontraron. El padre de Orazio cayó atravesado por una lanza mortal, su madre en cambio fue sometida y capturada con vida mientras la furia que la había inundado se transformaba en un río de pena y dolor al ver como la vida abandonaba con prontitud el cuerpo de su compañero.
Asustado, Orazio intentó cambiar, no lo había hecho nunca, su espíritu totémico no se había manifestado todavía, algo extraño en los Humanos que poblaban Feralis, pero entonces lo sintió, parecía como si la más poderosas de las olas se acercara hacia él con la intención de de barrer todo su ser para transformarlo en algo totalmente distinto. Un estertor sacudió su pecho mientras sus brazos se abrían en cruz y sus mirada se elevaba al techo de paja y madera que cubría su cabaña, fue entonces cuando un temblor incontrolable se apoderó de su rostro, sintió como si algo lo agarrarse con fuerza de su boca y tirara de ella estirándola infinitamente. El proceso no fue doloroso, nunca lo era ni lo sería, pero sí resultó desconcertante, sus pies se convirtieron en garras, su vista se agudizó y se vio atraída por los objetos brillantes que reflejaban la luz de los fuegos que se propagaban por la aldea. Quiso gritar pero en su lugar graznó con tono agudo, todo se veía más grande y le costaba comprender lo que estaba pasando, se acercó a la puerta dando pequeños saltos y entonces se vio en el deformado reflejo que un escudo abollado le brindó, se había transformado en un cuervo blanco azulado, no en un hombre cuervo, como era de esperar pues era sabido que así como los Lycans podían adoptar la forma de un animal o de un ser antropomórfico con las características de este, los humanos sólo podían transformarse en seres híbridos. Había leyendas por supuesto, como la de Ngué el hombre pantera, pero eran eso, cuentos, historias para contar en festivales alrededor de la hoguera.
Se maldijo, poco podría hacer con aquella forma indefensa, un cuervo, una criatura más chica que los pollos que su madre usaba en los pucheros, sin dientes afilados ni poderosas garras con los que azotar a sus enemigos, entonces una lágrima producto de la impotencia que sentía se deslizó por su ojo izquierdo y a medida que se alejaba de este se congeló y cayó al suelo con un sofocado “tic” que pasó inadvertido para el aturdido Orazio.
Su mente, ágil como siempre había sido, lo salvó de morir allí, necesitaba pedir ayuda, necesitaba cubrir grandes distancias para advertir sobre el ataque de las Risas, para impedir que otras villas se vieran sometidas al mismo horror y para reunir fuerzas que le ayudaran a rescatar a los suyos.
Sin dudarlo emprendió el vuelo, sin saber tampoco cómo, sus brazos, ahora alas, se agitaron de la forma correcta y se elevó en la noche obscura mientras dejaba atrás los gritos de miedo y dolor que provenían de su aldea. Más cristales de llanto brotaron de sus ojos y se precipitaron sobre la tierra cuando un gutural gruñido osuno rasgó su corazón al reconocer en él el llanto de su madre. Quiso torcer su marcha, volver atrás y enfrentar a las bestias, pero sabía que quello sólo garantizaría una cosa, que aquella noche ningún superviviente abandonase en libertad Villa Calma y que por ende los ataques de las Risas no pudiesen ser contenidos y su madre acabase sus días en la cautividad de aquel clan y así, Orazio, haciendo acopio de todo el coraje que pudo reunir voló raudo y con violencia sin rumbo fijo, mientras a sus espaldas y sin que él se percatara un gélida tempestad cubría Villa Calma dejando caer sobre ella enormes peñascos de hielo en forma de córvidas lágrimas y arreciando con terribles vientos que se acompasaban con el batir de las alas de un cuervo blanco azulado que se alejaba con premura en busca de ayuda sin saber qué sólo él hubiese bastado para poner fin a un ejército mil veces mayor.

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